Ni 'Las Chicas del Cable', ni 'Paquita Salas'. Para los que vivan en otro planeta, la serie española que se ha llevado el gato al agua en Netflix ha sido 'La casa de papel'. Y eso que ni siquiera era una producción original de ellos. Al final la serie se acabó viendo mucho más en la plataforma de pago que cuando Antena 3 la daba en abierto.

¿Alguien se acuerda ya cuando se llamaba al boicot hacia ella desde determinadas páginas por las declaraciones de una de sus protagonistas (Itziar Urtuño)? No, ¿verdad? Más de cuatro millones de espectadores tuvo en su arranque para ir desinflándose y despedirse con 2,3 millones.

No sabemos si por el boicot o por los que no pudieron adaptarse a los nefastos horarios nocturnos de la cadena. Hasta que Netflix la incorporó a su catálogo y la serie vivió una segunda juventud. No sólo para atraer a nuevos espectadores que no la vieron en su día y a los que la habían dejado en el camino, sino para convertirse en un fenómeno de carácter mundial. La serie de habla no inglesa más vista en Netflix en todo el mundo. Uno de sus últimos fans declaradosc es el escritor de novelas de terror Stephen King. Las hazañas de Tokio, Denver, Nairobi, Río y compañía no sólo interesaron a los espectadores españoles, sino que desde diferentes países se convirtió en todo un fenómeno equiparable al de las grandes producciones cinematográficas. Otras series españolas como Fariña han sabido beneficiarse del manto de Netflix.

La serie no podía tener el final cerrado que nos dejó la segunda temporada, por eso la plataforma de pago comenzó a maquinar cómo poder seguir explotando la gallina de los huevos de oro. Y lo han hecho con la misma premisa con la que parten muchas de las secuelas de los grandes éxitos del cine: más de lo mismo, pero a lo grande. Netflix ha tirado la casa (de papel) por la ventana con su nuevo juguete. A tirar de billetes, como si contaran con el botín del anterior atraco por cortesía de las imprentas de la Casa de la Moneda. Nada de los mismos decorados, sino variedad de escenarios y repartidos por los más exóticos parajes del mundo.

Escenas trepidantes de acción filmadas con los suficientes medios técnicos como para no perderse ni un segundo de los momentos más espectaculares. En la nueva plataforma, los ritmos han cambiado para hacerla más ágil y repidante. Se acabaron esos capítulos de más de una hora de duración. Antes incluso de que se estrenara la tercera temporada, la serie ya tenía garantizada una cuarta entrega para el año que viene. Hay que poner las palomitas en el microondas, porque el espectáculo ha comenzado. Tokio (Úrsula Corberó) ya camina con un subfusil en cada mano sin inmutarse mientras las explosiones se suceden a sus espaldas dispuesta a liarse a tiros.

El gran problema para los personajes de la series de televisión (mientras son adoradas para el público) es que no hay finales felices para ellos. Pocos son los interesados en ver cómo devoran perdices. Por eso, cuando Netflix repescó 'La casa de papel' era cuestión de tiempo que la banda de atracadores favorita del público volviera a ponerse los monos rojos y las caretas de Dalí.

La captura de Río (Miguel Herrán) es el detonante para que la banda vuelva a reunirse, tras haberse ocultado desperdigados en distintos lugares del mundo. Panamá, Thailandia o Florencia en Italia, son algunos de los escenarios con los que la serie nos avisa ya desde el primer episodio de que ha vuelto a lo grande. Si las dos primeras temporadas se centraban en el atraco a la Casa de la Moneda, en esta nueva entrega las apuestas suben con un nuevo objetivo. La reserva de oro del Banco de España, un blanco que se nos presenta tan infranqueable como la reserva de Fort Knox en el Goldfinger de James Bond. En la cámara acorazada, junto al oro, se guardan los papeles secretos de los más inconfesables pecados del Estado. La prueba documental de las cloacas de Interior.

La serie juega con la idea de que los protagonistas son una especie de Robin Hoods que roban al rico para dárselo al pobre, mientras echan un pulso al sistema. Las máscaras de Dalí recuerdan a las de la careta de Guy Fawkes que usara el protagonista de V de Vendetta en el cómic de Alan Moore. V era un misterioso terrorista en una futura sociedad británica (¿la de Years and Years tal vez?). En las viñetas, ese régimen dictatorial estaba inspirado en el gobierno de Margarteh Thatcher.

En 'La casa de papel', no hay alusión a qué gobierno está en el poder cuando se comete el atraco. Aunque de una temporada a otra han pasado muchas cosas en la vida política española (Y lo que te rondaré). Los guionistas aprovechan para meter entre esos acuerdos de Estado algún que otro acuerdo con países de la Unión Europea, sobre todo en cosas referentes a inmigración. Aunque en el fondo, todo esto de los papeles se trata de conspiraciones de baratillo que no son más que una excusa para justificar escenas de tiroteos que son pura adrenalina. Una mezcla entre Fast and Furious y Prison Break a la española que demuestran que nos podemos marcar las mismas fantasmadas que los americanos, sin despeinarnos.

A través de flashbacks, podemos recuperar algunos de los personajes que perdimos tras el primer atraco, con lo que la familia vuelve a estar al completo para los más nostálgicos. Incluso alguno de los rehenes de aquel golpe vuelve intencionadamente a meterse en la boca del lobo, consciente de que ha sido el único momento relevante de su vida. ¿Verdad Arturito? Y naturalmente tenemos a nuevos personajes.

Uno de los fichajes más acertados ha sido el de la actriz Najwa Nimri en el papel de la policía que está al frente del operativo y que demuestra ser más calculadora que El Profesor (Álvaro Morte). Sabe cómo anticiparse a los golpes para pararlos y parece conocer en profundidad los secretos más profundos de cada uno de los miembros de la banda. En algunas páginas, ya se mueve la teoría de que su personaje de Alicia Sierra pueda ser Tatiana (Diana Gómez), la novia que tenía Berlín cuando planificó el golpe en Florencia. Pero esto no deja de ser una teoría fan de la que desconocemos si tiene base alguna.

Llama la atención ver entre los rehenes a Belén Cuesta (Paquita Salas) y que su personaje no haya abierto todavía la boca. No se trata de un simple cameo, porque el nombre de la actriz aparece en los títulos de crédito, por lo que todo apunta a que los guionistas tienen grandes planes para ella en la próxima temporada. Y entre las novedades en el campo de los atracadores tenemos a Palermo, interpretado por Rodrigo de la Serna, y que parece haber sustituido a Berlín (Pedro Alonso). El episodio final nos deja con el cliffhanger de saber si nos quedaremos sin uno de los personajes más carismáticos, Nairobi (Alba Flores), mientras que la particular partida de ajedrez que los atracadores mantenían con el Estado parece haberse transformado en una guerra sin cuartel.

La serie nos ha mostrado a grupos de manifestantes que se han adherido a su causa y a lo que ellos representan. La duda es cuánto tardarán, en este país tan dado a polarizar absolutamente todo, en aparecer grupos del signo contrario organizando una contramanifestación frente al Banco de España y volviendo a liarla parda. Decíamos que la serie tiene garantizada una cuarta temporada, pero ¿seguirán encerrados en el Banco de España en todos los episodios o tendremos más escenarios por todo el mundo? No hay que olvidar que en Netflix la media de vida de sus series más largas oscila entre las cinco y las seis temporadas y los ejecutivos de la plataforma de pago ya han encargado nuevas series a su creador, Álex Pina. ¿Hasta dónde podrán seguir estirando el chicle? Creo que un tercer atraco, a no ser que se marchen a otro país muy diferente a España difícilmente va a poder funcionar.