Decía el diputado de Compromís Joan Baldoví el martes en el Congreso que se había equivocado, y que la derecha tan faltona y hooligan no necesita tila para tragarse el sapo del gobierno de coalición sino educación. Tampoco es moco de pava no menstruada la performance de Adolfo Suárez Illana girando su sillón en la tribuna cuando sube al estrado alguien con quien no está de acuerdo -como un jurado de La voz, decía Oskar Matute, de Bildu-. Pero el martes, además del nuevo Gobierno, que ya es en sí mismo motivo de emoción, se vivieron momentos de máxima sensibilidad que traspasaron la pantalla. Uno fue cuando parte del Congreso, de pie, aplaudía a Aina Vidal, En Comú Podem, que pese al cáncer agresivo que sufre acudió a votar, y entre lágrimas agradeció el gesto y abrazó el ramo de flores que le regaló Pablo Iglesias. Tampoco el líder de Podemos pudo aguantar, y cuando abrazó a su colega Echenique después de la votación lloró, pero lloró nivel Bustamante, le dijo luego por la noche, en su visita a El intermedio, Wyoming, con quien echó unas risas para rebajar la tensión del día. El miércoles por la mañana fue El Sevilla, en su análisis diario sobre la actualidad en el programa matinal de Alfonso Arús en La Sexta, el que volvió a las lágrimas del día de la investidura de Pedro Sánchez. Destacó lo emotivo del aplauso a Aina, y sobre las de Iglesias dijo, «no sé si empezó a llorar por el ojo izquierdo o por el derecho», dato que es muy importan-te. Si empieza el derecho es felicidad, si es el izquierdo es como el cocodrilo, que mientras se come a su víctima -¿Sánchez?- no para de llorar. Yo lloré con los dos. De alegría. Ya habrá tiempo de decepciones, si llegan, para llorar de rabia.