Pidió que el suelo del plató fuera negro charol. Una banda en directo. Y que el programa se ajustase a los 50 minutos de duración. En Movistar dieron el beneplácito, sabedores que fichaban caballo ganador, y nació Late Motiv. Instalados en su cuarta temporada, reconozco públicamente que celebro cada nueva entrega como si fuera la primera. Recuerdo cómo eran las noches de 2016 hacia atrás sin Buenafuente.

Valoro cuantísimo hemos ganado. De Late Motiv suelen circular por las redes los monólogos iniciales y la intervención de los colaboradores habituales. Algunos tan potentes como David Broncano que se independizó y tiene más audiencia que su exjefe.

Pero yo quisiera reivindicar al Andreu entrevistador. Pocos como él han logrado transformar sus conversaciones con los invitados en televisión químicamente pura. Basta revisarlas para constatar que son piezas de culto. Las de la última semana sin ir más lejos. Las cargas de profundidad con el periodista Rafa Lobo. El encuentro con el actor Luis Bermejo. Las narices de payaso. Las fotos posando en el suelo en posición fetal. El compromiso político. La charla con Cristina Rosenvinge para promocionar su primer libro, Debut, que además de ser cualquier cosa menos banal nos regaló un dúo con Leonor Watling que resultó mágico. O el encuentro con Jamie Cullum. Y no hay espacio, pero podríamos ir rebobinando hacia atrás y recordar más momentos imperdibles de las semanas recientes. Con la autenticidad de Zenit. Con la ternura de Pablo Carbonell. Con el desparpajo de Brays Efe. Con Estrella Morente cantando una copla con toda la banda de Coria del Río, en una especie de Cantares del siglo XXI revivido. Buena música en directo y conversaciones repletas de hallazgos. Un negro charol brillantísimo.