Llamo a esta pieza tele romántica. También podría ser tele heroica, o tele alternativa o, sin más, La 2, para qué andar con rodeos. Por la mañana, desde La 1 a La Sexta, el suceso cuanto más sangriento y más llamativo da paso al gallinero de la política, o al revés, pero en La 2, a la misma hora, el espectador se mece con el aire suave de, por ejemplo, Écho-logis, o sea, construcciones ecológicas, formato que habla de ecología, de hoteles o casas sostenibles, de arte a la hora de vivir porque detrás hay un proyecto donde intervienen arquitectos, diseñadores, meteorólogos, ingenieros, interioristas y todo un equipo multidisciplinar para poner en marcha, por ejemplo, hoteles en zonas no turísticas de Tailandia donde el cliente vive rodeado de bosques y ríos gastando energía limpia que procede del aire y del sol.

Y ahora, una reflexión. En el párrafo anterior hablo de ese programa de construcciones -cierto que repetido tarde y noche- como podría ser de historia o de viajes, de músicas, de animales o de antropología, asuntos que cualquiera identifica con La 2. ¿Si hay una tele romántica, heroica, o alternativa, hay también espectadores románticos, resistentes, y tan heroicos y alternativos como esta cadena? Un poco sí. Frente a la noticia viral del tío que entra a rezar a la iglesia con su coche, llevándose por delante lo que pilla, frente a la jeta de Aznar aleccionando al discípulo Casado sobre qué es ser de derechas para que los de Vox no tengan la fama mientras ellos, pobres, carden la lana, frente al festín del coronavirus, frente a las tertulias que "salvamizan" la política, ponerte una mañana a ver La 2 es ser un rebelde, un romántico, alguien raro, como esa cadena