Coño, Yemen existe. Ha saltado a los informativos, al fin. Después de cinco años de sistemático machaque a su población, derruida Saná, después de cinco años matando a niños y adultos, arrasando escuelas y hospitales, dejando el hedor de la muerte en sus calles y el hambre en cualquier rincón del país, Yemen, al fin, se aupó como una de las primeras noticias del día.

¿Por eso, por la programada destrucción del país de la mano de Arabia Saudí, con el apoyo sonriente y naranja del volado Donald Trump, uno de los más peligrosos seres que en el mundo son? Ni mucho menos. Yemen ha saltado así de grande y de importante al salón de casa porque la loca peña rebelde hutí, próxima a los postulados chiíes de Irán, en conflicto con los dirigentes yemeníes, sunitas apoyados por Arabia, han volado con drones instalaciones petrolíferas. Acabáramos. Del conflicto que empezó en 2014 apenas sabemos nada, apenas hemos visto en la tele la hambruna provocada en la población por la familia real saudí, también tipos de turbante y barba sin el negro rigor chií, como el sonriente heredero Mohamed bin Salmán, aceptados por un occidente dependiente de su petróleo que mira a otro lado y hace tratos millonarios de forma que sus tropelías "son nuestras tropelías".

Yemen existe. Pero existe ahora por su posible implicación en la destrucción de los depósitos petrolíferos, que en seguida ha provocado que el petróleo de lánguidos precios suba hasta el punto de que el estruendo del dinero haciendo caja empiece a ser ensordecedor. ¿Qué tal si el chiflado de la Casa Blanca, al fin, tiene su guerra para empezar a lo grande su campaña por el segundo mandato? Yemen existe, pero sigue sin importar una mierda. Otra, pero€