El color azul define el carácter espiritual y estético del arte de entresiglos, representa un vínculo poético entre los fenómenos de la naturaleza y los estados anímicos.

Las obras modernistas se llenan de paisajes crepusculares, de cielos a medianoche, de parajes montañosos, de playas y de mares, pero también de escenas cotidianas y de retratos que emplean una gran variedad de azules para manifestar el misterio o el subconsciente.

EN 1888, EL POETA RUBÉN DARÍO DESCRIBIÓ EL COLOR AZUL COMO "EL COLOR DEL ENSUEÑO, EL COLOR DEL ARTE, UN COLOR HELÉNICO Y HOMÉRICO, COLOR OCEÁNICO Y DEL FIRMAMENTO".

"Azul, el color del Modernismo" se adentra en el espíritu de una época marcada por la presencia del azul y de sus connotaciones. Se trata de un período, el de finales del siglo XIX y comienzos del XX, en que se constituye una poetización estética basada en la relación entre los paisajes, los fenómenos de la naturaleza y los estados anímicos. Esta correspondencia entre la naturaleza y el yo se inscribe en el proyecto de la modernidad, transita por el simbolismo y ve nacer el cinematógrafo.

La poesía y el arte del Modernismo se llenan de paisajes crepusculares, de cielos a medianoche, de parajes montañosos, de playas y de mares, pero también de escenas cotidianas y de retratos que emplean una gran variedad de azules como vehículo para traducir y manifestar el misterio y el subconsciente, la belleza y la inmensidad, las tensiones interiores y la soledad, la vida espiritual y el más allá. Además, los matices de expresión se amplían gracias a la aparición de los pigmentos sintéticos; al azul ultramar (lapislázuli), el añil o el azul cobalto de la paleta de colores, se les añaden el azul ultramar francés, el azul de Prusia o el cerúleo.